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El futuro es territorial o no será

Autor: Luis Espinosa, militante de RD

En la columna de opinión titulada Frente Amplio y la crisis de la izquierda, Pablo plantea que la crisis del Frente amplio se explica por (entre otras) falta de definición política e ideológica sobre el futuro que queremos y que conecte con la mayoría. No creo que esa es la variable relevante. La tesis fuerte de esta columna es que la carencia de un trabajo territorial estratégico y coordinado es la que mejor explica nuestra debilidad actual. Para ello, planteó razones “estructurales” (ligadas al momento político), como contingentes (ligadas a Revolución Democrática). Destaco mi lugar de militancia pues no conozco en profundidad el trabajo territorial de cada espacio del FA, pero si reconozco las dificultades sistémicas dado el sesgo de clase en la participación política.

Primero seamos claros al señalar que el descrédito hacia la política partidista sea estructural (diferente a la politización de la sociedad). En las primarias hacia gobernadores sólo votó el 2,89% del padrón (patética celebración de la DC por medio). ¿Realmente un programa claro (o ideológico) habría motivado a las personas a votar?  No lo creo. La crisis es más profunda, pues se mezclan desde causas contingentes (no ponerse en peligro por pandemia) hasta estructurales (crítica hacia lógicas de democracia representativa o el impacto de la desigualdad socioeconómica en la participación política). 

¿Existe otro ejemplo que debilite la tesis “racionalista” y nos haga mirar lo territorial? Si. Es sintomático que posterior al estallido social, fueron l@s alcaldes aquellas figuras transversalmente valoradas. Cuando Jadue (PC) hasta Germán Codina (RN) pasan a relevar las diferencias en clase social en su discurso, pese a sus diferencias ideológicas ¿No pasa a ser un rasgo secundario lo programático?  Tampoco obviemos que dos de los tres actores que mejores oportunidades tienen de convertirse en presidente son, justamente, alcaldes. Es decir, encarnar y lograr implementar realmente la “vocación de mayorías” puede estar relacionado a lo territorial. 

Por otro lado, la tesis “racionalista” es débil en tanto no pondera el crucial impacto de las emociones en política y su correlato local. Evaluemos la “unidad de la oposición” con programa único. ¿Será evaluado del mismo modo por el militante-simpatizante en Providencia y primarias ciudadanas, con aquellos que vivan la narcopolítica del partido socialista en San Ramón? No. Y es muy peligroso incubar el germen argumentativo de “zonas de sacrificio político” que nace al no considerar variables territoriales.  

Revolución Democrática muestra también signos ligados a un débil esquema territorial. Ya es una constante la baja votación interna de la militancia frente a diversos hitos partidarios, como la actual directiva (3502 votos en 2019), elección de actuales coordinaciones de espacio (cerca de 700 votos, en agosto del 2020) o, inclusive, la elección de nuestra actual política de alianzas para enfrentar la elección de constituyentes realizada recién este fin de semana (cercana a los 800 votos). Considerando que el actual padrón de militantes es de 36.757 en todo Chile, en esta última elección votamos el 2.15%, resultando claramente insuficiente (con o sin apuesta programática).  

En segundo lugar, también se puede plantear que la misma organización interna del partido favorece tanto el sesgo de clase de su participación, replicando condiciones territoriales ventajosas para ciertas comunas y regiones, como también concentrarse en trabajo temáticos y no directamente territoriales. Debemos recordar que RD tiene tres tipos de espacios básicos donde se desarrolla la militancia: Comisiones temáticas (ej. Educación RM), Frentes (Ej. Feminista RM) y territorios (ligados al ordenamiento comunal). Al analizar los datos de tales espacios en tanto la última elección de coordinador/a y centrándonos en la RM (lo siento por el centralismo, obedece a falta de tiempo) es posible señalar, en primer lugar, que los cinco espacios con mayor votación fueron Territorio Providencia, Territorio Ñuñoa, Comisión de Salud RM, Comisión educación RM y Comisión Gobiernos Locales RM, es decir, dos comunas con alto nivel socioeconómico relativo y tres comisiones temáticas. Es probable que la misma orgánica del partido ya está sobrerrepresentando el análisis más “normativo” de políticas públicas, más que acción política directa (como los frentes) o bajada territorial. Por otro lado, y mirando los resultados del mismo hito, resulta claro el sesgo de clase territorial, pues comunas como La Florida, Lo Espejo o Cerro Navia, tienen muy poca participación. Es decir, no solo existe menor cantidad de militantes, sino también condiciones más difíciles para hacer acción política, dada la desigualdad estructural de nuestro país.

Ahora bien ¿Qué cambios experienciales serían relevantes al considerar lo territorial?

En primer lugar, comprender en su complejidad la desigualdad socioeconómica y su impacto en la participación política. Por complejidad quiero proyectar es la idea de que la posición socioeconómica que tiene una persona lo afecta en todas las facetas de su vida. Quien vive en Lo Espejo vive en una comuna con 37,5% de pobreza multidimensional, es de las comunas con más muertes por COVID-19, en un país donde el 38% de las parejas masculinas destinamos 0 horas semanales a tareas domésticas. Un gran segmento de la población tiene barreras efectivas para la participación política. 

En segundo lugar y pese a lo estructural del problema, existen prácticas que ha realizado el Frente Amplio y engloba algunos elementos más interesantes que solo lo programático: La confección participativa del programa de muchos y la organización no partidista de “Que Chile Decida”. En “El programa de muchos”, producto de la candidatura de Beatriz Sánchez, participaron más de 12 mil personas en diversos encuentros, trabajaron 28 grupos de Apoyo programático y votaron más de 16 mil personas en el plebiscito. En el clivaje “democracia representativa” vs “directa”, claramente esta práctica se relaciona más con democracia directa, un atributo percibido positivamente. Es una experiencia interesante porque logra equilibrar un poder decisional alto, con un menor costo personal, pudiendo adaptarse a más tipos de realidades. El mejor Frente Amplio es en el cual todas y todos podemos participar efectivamente y no solo quienes tenemos el privilegio de poder hacer acción política. 

El comando de campaña “Que Chile Decida” (al igual que otros, seguramente) logró incorporar tanto el trabajo de militantes como independientes, lo cual nos lleva al tema de comenzar el análisis de experiencias políticas estables que permitan participación de no militantes, calibrados a expectativas personales, flexibles a sus posibilidades materiales, pero (y muy importante, quizás el real problema) no por ello pierdan poder decisional. Es obvio considerar la conjunción entre partidos y movimientos sociales en este apartado, pero también veámoslo desde el plano del individuo. Es poco probable que tenga el tiempo disponible para militar y participar en un movimiento social. Por lo tanto, si es que sigue la “carrera militante”, realizará trabajo político-administrativo relevante, pero generalmente ignorado hacia afuera, provocando que un buen cuadro político sea desconocido hacia la ciudadanía. Es decir, mientras el modelo de organización hace sinergia con la desigualdad de base, también disminuye sistémicamente la eficacia de la acción política. 

Recapitulando y volviendo a la pregunta de fondo de Pablo: “¿cómo construir un proyecto realmente transformador, que sea capaz de convocar a una mayoría?”  

Tanto por razones estructurales como sistémicas, morales como de vocación de mayoría, se puede defender que la territorialidad sea uno de los principios fundantes, que el “territorio” sea un elemento estratégico bajo el cual se proyectan los demás espacios del partido y viendo en su profundidad el problema de deslegitimación de la política y el sesgo de clase. No planteo que el trabajo territorial sea una panacea. Justamente y dado que nuestros recursos son limitados, su actuar debe obedecer lineamientos de un plan nacional y/o regional de desarrollo, reconociendo la diversidad de experiencias y permitiendo dar a conocer nuestro proyecto político. Pues, independiente de nuestras falencias, sigo considerando que el proyecto político frenteamplista es el que mejor interpreta las condiciones de vida de la mayoría de los chilenos y chilenas. 

Notas: 

  1. Pablo Torche (2020). Frente Amplio y la crisis de la izquierda. https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2020/12/11/la-crisis-de-la-izquierda/.

Juan Pablo Luna y Sergio Toro Maureira (2020) ¿Por qué los partidos no escuchan al Chile actual? https://www.ciperchile.cl/2020/10/08/ruido-por-que-los-partidos-no-escuchan-al-chile-actual/

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