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Un héroe de Atacama y Coquimbo. Cavada Washington (1853-1880)

Por Osven Olivares Castro.

Oficial del Batallón Atacama. El Teniente Washington Cavada nació en la ciudad de La Serena hacia 1853.

Fue herido gravemente en la Batalla de Tacna el 26 de mayo de 1880, cuyas heridas le produjeron complicadas hemorragias internas que finalmente le causaron la muerte en el Hospital de Sangre de La Serena el 16 de noviembre de 1880 a las 7 P.M. Después de haberle amputado una pierna le previno tuberculosis pulmonar. Fue sepultado en el cementerio de La Serena. “El martes 16 de noviembre de 1880, más o menos a las 7 P.M.”.

Teniente Washington Cavada

Decía El Coquimbo en una de sus páginas: “dejó de existir, en el Hospital de Sangre de esta ciudad, el valiente y pundonoroso teniente del legendario Batallón Atacama, señor Washington Cavada. El señor Cavada, miembro de una numerosa y respetable familia de nuestra ciudad, gozaba de una posición cómoda y envidiable en el Norte de la República. Cuando se declaró la guerra no pudo menos que dar libre vuelo a los nobles sentimientos de patriotismo que germinaban en su corazón y pidió un puesto de honor en el invencible Atacama. De teniente de ese heroico batallón peleó en la Batalla de Tacna, distinguiéndose por su valor sereno y por su indomable arrojo. En ese memorable hecho de armas tuvo la desgracia de ser herido en una pierna. Conducido a La Serena, soportó con una calma sin igual los dolores de la herida, habiendo necesidad de amputarle la pierna como último y extremo recurso. Desgraciadamente nada pudo salvar la preciosa existencia de este abnegado defensor de la Patria. ¡Qué su alma ocupe en el solio de la eterna justicia el lugar que le corresponde por su patriotismo y valor! ¡Qué su recuerdo permanezca siempre en el corazón de sus conciudadanos! “Dos días más tarde este mismo periódico publicaba en una de sus páginas las siguientes líneas referente a su sepelio:

“Último tributo a oficial atacameño”. La Serena acaba de tributar a la memoria de uno de sus dignos hijos un homenaje espléndido de dolor y de respeto. El señor Washington Cavada, valeroso y abnegado coquimbano muerto en aras de la grandeza de la Patria, fue objeto los días 17 y 18 de una ovación fúnebre es cierto, pero brillante. A las seis y media de la tarde de anteayer una numerosa concurrencia se daba cita en el Hospital de Sangre del Liceo para trasladar a La Merced esas reliquias veneradas que animaban no hace mucho a un ser que dio su provincia lustre y gloria. El señor Intendente, jefes y oficiales de la Brigada de Artillería y del Batallón Cívico, deudos y amigos estaban ahí para acompañar los restos del heroico vencedor de Tacna y de Los Ángeles. El cajón fue tomado por sus deudos y conducido en brazos hasta la iglesia de la Merced. Un piquete de tropa cerraba la marcha, llevando a su cabeza la banda de música que, con sus fúnebres melodías, hacía más solemne el acto. La aglomeración del pueblo en esos momentos fue verdaderamente inmensa. El silencio era imponente. Una santa emoción embargaba todos los corazones y en todos los semblantes se dibujaba el sentimiento bajo todas sus tétricas faces. Llegado el cortejo a la iglesia, fue colocado el ataúd en una capilla ardiente exquisitamente adornada de fúnebre crespón e iluminada con profusión de luces. No menos solemne fue la manifestación que se hizo ayer en honor de este bravo coquimbano. A la misa fúnebre, selecta y escogida concurrencia asistió como el día anterior. Una compañía del Batallón Cívico hacía en la puerta los honores de ordenanza. Tan pronto como los oficios concluyeron, la caja mortuoria fue tomada en esta forma: a la cabeza, teniente coronel señor Ramón F. Espinosa y sargento mayor señor Manuel Alfonso y enseguida una comisión de oficiales. Venían enseguida los oficiales de la Brigada de Artillería y del Batallón Cívico. Continuaban después, una compañía del Batallón Cívico, banda de música, soldados convalecientes del Hospital de Sangre, deudos y después el coche del señor Intendente, de los ayudantes de la Comandancia de Armas y una larga fila de carruajes de particulares y de plaza, en que iban números caballeros. En el cementerio la compañía del Batallón Cívico efectuó la descarga de ordenanza. Si es cierto que es grande morir por la Patria, es verdad también que no es menos grande el pueblo que así recompensa el heroísmo de sus hijos y así estima los servicios de los defensores de su honra”.

Su efigie está grabada en bronce en el monumento a los héroes en la Alameda de Copiapó.

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