InicioChileLas enseñanzas del COVID-19 para nuestro sistema de ciencia y tecnología

Las enseñanzas del COVID-19 para nuestro sistema de ciencia y tecnología

¿Cuál sería el escenario si el Covid-19 se hubiese iniciado en Chile en lugar de en China? Es la pregunta que se hace, y responde, el académico Federico Winkler Manns, Doctor en Genética, Director General de Postgrado de la Universidad Católica del Norte.

Creo que si el Covid-19 hubiese aparecido en Chile en vez de en China, estaríamos sumidos en una crisis muchas veces más grave que la que enfrentamos.

¿La razón? Nuestro extremadamente débil sistema nacional de ciencia y tecnología. Las capacidades instaladas para analizar, identificar y diseñar tratamientos para un patógeno nuevo son extremadamente limitadas, con pocos grupos de investigación bien dotados de capacidades humanas y tecnológicas para asumir el desafío, y además extremadamente concentrados en la Región Metropolitana. El mismo juicio lo podemos hacer respecto de ámbitos diferentes a las enfermedades humanas: sólo tenemos que recordar la crisis de virus ISA en la salmonicultura en 2008 o los desastres naturales que nos asolan reiteradamente.

Generar información útil

De la respuesta de China al brote epidémico de Covid-19 se ha hablado mucho respecto de cómo se organizaron para adoptar medidas de control epidemiológico para controlar el brote y sus resultados, del rol que ha jugado el sistema político de gobierno en esa respuesta, de la cantidad y fiabilidad del número de infectados y muertes, entre otras cosas.

Lo que no se comenta en los medios es la extraordinaria capacidad que mostró el sistema científico chino para generar información útil para abordar el problema, luego de su aparición en Wuhan en diciembre del 2019. Se estima que el primer infectado, no identificado, se produjo en noviembre de 2019 y para el 12 de enero del 2020 ya se contaba con el genoma del agente causal, previamente desconocido en humanos, completamente secuenciado e identificado.

Con esa información se desarrollaron las pruebas de laboratorio para su identificación, se abordaron los estudios de las vías de infección, y se abocaron a estudiar su procedencia. Así, cuando en enero la epidemia comenzó a expandirse por el mundo, ya se contaba con conocimientos que permitían a los sistemas sanitarios adoptar medidas para paliar sus efectos. Le debemos a esos esfuerzos iniciales en la crisis contar con las herramientas básicas para lidiar con el patógeno.

Capacidades científicas sólidas

Si no se aprende de las tragedias, se está condenado a repetirlas.

¿Qué podemos aprender de esta tragedia? En primer lugar, que todos somos iguales ante la enfermedad y la muerte, las que no respetan nacionalidad, credo, postura política o intereses. La segunda enseñanza es que existen algunos elementos en la organización de los países que son vitales para abordar contingencias. Entre ellos, es crucial contar con capacidades científicas sólidas para generar información oportuna y fiable, sin las cuales las respuestas son de prueba y error. Chile cuenta con una posición de privilegio reconocida internacionalmente por la calidad de sus científicos, pero con una inversión en ciencia y tecnología de poco más del 0,3% del PIB, apenas poco más del 50% de lo que invertía, como proporción del PIB, a inicios del siglo. Esto lo sitúa en el nivel más bajo de los países de la OCDE, haciendo del sistema de ciencia y tecnología nacional un sistema muy precario.

Confiemos en que aprenderemos la lección que nos ha dado China y en que, superada la crisis, se dé al desarrollo científico el lugar que el país necesita, lo que requiere un amplio consenso social para contar con las inversiones necesarias.

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