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Julio Pinto, Premio Nacional de Historia 2016: “El escenario más favorable sería que la sociedad organizada obligue a hacer cambios más profundos”

El académico de la U. de Santiago aborda desde la historiografía los diferentes estallidos sociales que se han registrado en nuestro país. También analiza el conflicto actual, entregando su visión política sobre los diversos escenarios que se podrían generar en los próximos días, sosteniendo que dependerá de la fuerza del movimiento social y de la capacidad del Gobierno para comprender las demandas.

“América Latina siempre ha sido un continente desigual en donde la mayoría de la población vive en la pobreza y Chile no es una excepción”. Con esta frase el Dr. Julio Pinto, académico de la Universidad de Santiago y Premio Nacional de Historia 2016, inicia su análisis sobre la crisis social que hoy enfrenta el país.

El académico agrega que el principio del conflicto se basa en una máxima: “No es lo mismo pobreza que desigualdad. Un país puede ser uniformemente pobre sin ser necesariamente desigual, como el caso de Haití, en donde existen índices de pobreza altos, pero no hay tanta desigualdad como en Chile. Acá el ingreso está muy mal distribuido y eso no se ha corregido, todo por el contrario ha tendido a avanzar”, explica.

Desigualdad como problema histórico

¿Cuáles son las decisiones políticas que generan esta desigualdad en términos de ingresos?

Un sistema económico entregado exclusivamente a las fuerzas del mercado, tiende a profundizar las desigualdades y eso está demostrado científicamente. Para evitar que una economía de mercado produzca ese efecto, tiene que haber una intervención que solo puede ser realizada por el Estado, que como representante de la comunidad tiene que hacer esa redistribución parcial de la riqueza para que no existan brechas tan grandes entre los que más tienen y los que menos.

¿Pueden compararse la Revolución de la Chaucha de 1949 y la Batalla de Santiago en 1957, con lo que en la actualidad ocurre en nuestro país?

Chile, contrariamente de lo que se piensa, ha tenido una historia vinculada a los estallidos sociales y casi todos motivados por malestares relacionados a la pobreza y la desigualdad. En 1888 hubo un motín urbano por alza del transporte público, donde la población se reveló con expresiones de violencia muy parecidas a las hoy. La revuelta de la Chaucha y el motín de Santiago, también tienen esa particularidad. Lo de hoy no es excepcional, pero si algo nos muestra es que no somos un país tan estable, armónico y satisfecho como lo creíamos.

La ciudadanía está pidiendo una nueva Carta Magna. En este contexto, ¿se puede decir que es la Constitución de 1980 la que sienta las bases de todo el conflicto actual?

No lo es en sí misma, pero sí lo es como expresión de un modelo de convivencia económica y social. La Constitución del 80 lo que hace es sacralizar en Chile un modo de organizarnos como sociedad, donde el “mercado” toma las grandes decisiones y el Estado solo tiene un papel secundario. Entonces, si estamos hablando de cambiar el modelo económico y social en forma significativa, tenemos que cambiar la Constitución. Es por esto que los partidarios del modelo y de la dictadura la defienden tanto; es la llave maestra que hace que todo funcione.

Fenómenos sociales y estrategias

El Presidente Piñera está apostando a la estrategia que utilizó Macron en Francia con los chalecos amarillos, ¿Se corre el mismo peligro al dejar en manos de cabildos no vinculantes las demandas de la ciudadanía?

Hay que partir de la base que el Gobierno no quiere que se hagan cambios estructurales en el modelo económico y social. A pesar que el Gobierno se manifiesta como una derecha democrática, cuando se sienten amenazados su reflejo automático es sacar a los militares a la calle. En cuanto a los cabildos, nacen espontáneamente desde la sociedad y qué hace el Gobierno, tratar de apoderarse de la iniciativa. Hay que tener claro que ellos siempre harán lo imposible por defender las bases del modelo y solo van a ceder ante la presión social.

Durante la semana se ha escuchado la posibilidad de realizar paros nacionales. ¿Qué rol podrían jugar en este proceso político que estamos viviendo?

Los paros son una forma de presión social cuando realmente los sindicatos tienen mucha fuerza. El problema en Chile es que estamos hablando de una fuerza laboral atomizada y precarizada. Ahora, si sectores económicos estratégicos (cobre, petróleo, portuarios) se sumaran al paro su efecto sería mayor, pero estamos hablando de trabajadores que provienen de sectores que presentan mayores ingresos, entonces ahí se requeriría un mayor compromiso político de parte de esos actores y que no siempre lo tienen.

Escenarios posibles

¿Se podría diluir el movimiento social al no tener un interlocutor específico?

Dependerá de las decisiones que se tomen y de las movidas que cada actor social realice. El escenario más duro sería que el Gobierno vuelva a decretar un estado de emergencia y desate una ola represiva mayor de la que ya vimos y eso aún es latente. Un segundo escenario, que creo es a lo que está apuntando el Gobierno, es el del desgaste. La idea sería realizar concesiones menores, a medida que el movimiento se debilita, el resto queda aislado y finalmente se disipan solos.

¿Cómo concebiría los otros escenarios?

Otro del que no soy muy optimista, es que la oposición aproveche este contexto para recuperar su condición de legítimo portavoz de los sectores que están descontentos con el sistema y que fuercen al Gobierno a realizar concesiones más de fondo. Finalmente, el escenario que sea la Mesa de Unidad Social, la que asuma el papel de interlocución y conducción de este proceso y que llegue a cambios más de fondo, creo que sería el escenario más favorable.

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