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El cambio climático y sus efectos en humedales de la Región de Coquimbo

Dos investigadores de la Universidad de La Serena han realizado estudios a 17 humedales de nuestra región. Estos ecosistemas hoy viven una serie de amenazas, las que fueron abordadas por los expertos en un seminario internacional previo a la COP25.

El cambio climático se define, según organizaciones del mundo medioambiental, como la diferencia entre un equilibrio de estado climático y otra, es decir, cambios por efectos adversos que impactan un sistema determinado.

Entre los impactos asociados del cambio climático destacan el derretimiento de hielos, lo que provoca aumento del nivel del mar, fenómenos climatológicos violentos, como sequías que destruyen ecosistemas y cuyos efectos favorecen el desarrollo de incendios, la muerte y/o desplazamiento de especies, y la aparición y desaparición de espejos de agua.

La Región de Coquimbo no está lejana a todos estos impactos, es más, desde hace 60 años que no se registraba una sequía tan grande como la que hoy está enfrentando. Sectores productivos completos han ido en baja, la muerte de animales en alza y la incertidumbre de los agricultores y campesinos cada vez es mayor.

La pregunta es, si las grandes cuencas de ríos están afectadas, ¿qué pasa con los humedales que mantienen una simbiosis de vidas diversas y que también necesitan del agua? De ahí la importancia del estudio que han realizado investigadores de la Universidad de La Serena a 17 humedales costeros de la zona, y que, bajo la perspectiva de los análisis arrojados, están altamente amenazados no sólo por efectos del cambio climático, sino que por las acciones antropogénicas, es decir, la mano del hombre.

Según el experto en humedales y académico del Departamento de Biología de la U. de La Serena, Mg. Carlos Zuleta, los espejos de agua, especialmente los de la región, tienen dos grandes amenazas respecto del cambio climático: uno, que las precipitaciones están disminuyendo, con períodos de sequía muy prolongadas; y dos, el uso antrópico de los humedales, porque las personas los utilizan para diferentes fines, como por ejemplo, comunidades agrícolas que utilizan los humedales para realizar siembra y huertas familiares.

El investigador aseguró que el impacto del cambio climático asociado al derretimiento de hielos, aumenta el nivel del mar, lo que produce inundaciones en humedales costeros, alterando los ecosistemas.

“Los humedales costeros tienen alta vulnerabilidad al aumento de las marejadas, eso significa que con la frecuencia que el agua de mar penetra a los humedales, se altera la composición de la salinidad del agua provocando cambios en la biota, y el problema es que no todas las especies soportan salinidad alta en los cuerpos de agua”, planteó el académico, uno de los expositores del seminario internacional “Humedales Costeros en el Contexto del Cambio Climático Contemporáneo: experiencias desde Chile, Colombia y México” de agenda ciudadana COP25, evento que se realizó en la ULS y donde expusieron destacados científicos.

En la Región de Coquimbo, existirían alrededor de 200 humedales, donde se cuentan charcas y otros humedales menores; sin embargo, los que están sometidos a estudios por la ULS son 17, que son los principales y más grandes de la zona.

“Aparte de contener biodiversidad y generar varios servicios ecosistémicos, algunos humedales sirven como un gran punto cultural, ya que muchas fiestas religiosas y celebraciones están asociadas a los estos. Además, aportan regulación de nutrientes de las propiedades de distintas especies, por lo que no son simplemente pozas de agua que están en un sector determinado, ya que cumplen funciones vitales para el ser humano y para la regulación de la naturaleza, de ahí radica la importancia de todo, saber cómo cuidarlos y desde la legislación, saber protegerlos”, expresó.

Consultados acerca de qué medidas se pueden realizar para el cuidado de los humedales, tanto Carlos Zuleta como Víctor Bravo-Naranjo, dos de los expertos de la ULS que están investigando estos ecosistemas, aseguraron que “el cambio climático no se puede detener, pero sí se puede prever y tomar medidas adecuadas. Una de las medidas adecuadas sería no sólo conservar parte de la red de humedales costeros, sino también salvaguardar la cuenca que los alimenta, y desarrollar un manejo racional de ésta”.

Según Carlos Zuleta, la voluntad política es la que ha faltado para poder generar una mayor protección de los humedales, “simplemente declarándolos como zona ecológica o de interés turístico, se podrían regular y evitar sobre todo, posibles daños a estos ecosistemas”, sostuvo.

“El problema de muchos lugares y no sólo de Chile es que estamos en sistemas mixtos, donde se mezcla lo natural y lo ciudadano, por lo que se genera la función antrópica, o sea, que los daños son productos del hombre y sus acciones”, aseguró el académico.

Sitios Ramsar

La ULS ha tenido un rol protagónico en la declaración de sitios Ramsar en la Región de Coquimbo, como es el caso de Las Salinas de Huentelauquén y de los Humedales Costeros de la Bahía de Tongoy, ambos públicos, dos de los tres sitios con esta denominación, al que se suma Laguna Conchalí.

Un sitio Ramsar es una figura amplia y tiene una connotación del uso sustentable de los humedales, y en ese sentido, las nuevas directrices de la Convención señalan que se deben integrar las actividades humanas a la conservación sustentable de los humedales; eso significa, utilizarlo razonablemente para consumo humano, regadío, áreas marinas de múltiples usos, es decir, los ecosistemas brindan servicios al hombre, pero deben ser utilizados sustentablemente.

Uno de los humedales más emblemáticos de la conurbación La Serena – Coquimbo es El Culebrón, y éste no ha estado exento de problemas, debido a su alta visitación y por el mal manejo del cuidado que los mismos ciudadanos han tenido.

Para Víctor Bravo, también académico de la ULS y quien junto a Zuleta estudian los humedales, el gran problema “aparte de los perros vagos que depredan aves en este lugar, es que existe una alta tasa de visitación, y debido a la inexistencia de una zonificación del lugar, las personas acceden por cualquier sitio, generando pérdida y fragmentación de vegetación, además de la compactación del suelo. Antiguamente ingresaban con vehículos, lo que se ha podido evitar desde hace un par de años, pero es de considerar que las huellas que dejan estos requieren al menos de 10 años de recuperación natural del suelo, debido a la presión que ejercen, y a pesar que en este humedal se ha eliminado este factor de amenaza, si existe para la mayoría de los humedales costeros que analizamos”.

¿Qué sucede con las aves? “En el humedal de Coquimbo existe un ejemplo claro de los efectos del cambio climático en sinergia con las amenazas antrópicas, por ejemplo, los registros evidencian que desde los años 70 no existe el Chorlo Nevado en este sitio. Esta pequeña ave que necesita de la arena seca de los humedales costeros para poder anidar y vivir, la que se ha perdido tanto por el avance de la frontera urbana hacia la costa, como por el creciente aumento en la frecuencia de marejadas. Debido a esto, el ave no tiene dónde criar, por lo tanto, esas aves ya no se avistan en el Culebrón, pero sí más al norte cómo en la Desembocadura del Río Elqui y en el Humedal Punta Teatinos, a la salida norte de La Serena, donde aún hay zonas de dunas con vegetación rastrera, aunque no exentas de amenazas antrópicas, especialmente en verano”, aseveró Bravo.

Si bien se sabe que el cambio climático es ahora, la conciencia social acerca de esto es joven, y aún falta por madurar. Las figuras de conservación han avanzado, debido a la declaración de sitios Ramsar; sin embargo, aún queda mucho por hacer.

Para Zuleta, proponer medidas de conservación es muy lento y conlleva alto valor monetario, no siempre se cuentan con los recursos para los estudios, sobre todo, para los humedales andinos, donde el gran problema es llegar a ellos, debido al traslado y la logística que esto acarrea.

Hasta el año 2015, a nivel latinoamericano, existían 298 sitios declarados Ramsar. Bolivia lleva la delantera en este tipo de declaración, destinando mayor recurso a la preservación de humedales. Chile está al debe, se encuentra en el puesto número 12 de un total de 17. Claramente, muy alejado de los altos estándares de los vecinos países, y más alejados aún de Europa, que lleva la delantera con su directiva del agua y el ecosistema, que tienen regulaciones estrictas del cuidado del medio ambiente.

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