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La amenaza de las especies exóticas invasoras en la Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos

La Reserva de la Biosfera más austral del planeta enfrenta el impacto de varios animales introducidos como el visón y la chaqueta amarilla, una de las 100 especies invasoras más dañinas del mundo. La investigación científica es fundamental para frenar una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad.

El visón (Neovison vison) es una especie semiacuática, crepuscular y nocturna, ya sea en Norteamérica – su lugar de origen- o en países donde ha sido introducido. Sin embargo, este mamífero se volvió más diurno y terrestre en isla Navarino, en la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos (Región de Magallanes y la Antártica Chilena), según un reciente estudio publicado en la revista PLOS One. El visón no es el único: son varias las especies exóticas que han prosperado y se han vuelto invasoras en esta área protegida declarada por la UNESCO. ¿Cuáles son las consecuencias de estas invasiones exitosas?

La falta de información y la necesidad de proteger este frágil ecosistema insular han motivado la investigación de los científicos del Programa de Conservación Biocultural Subantártica (PCBS), iniciativa del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), Universidad de Magallanes y de la University of North Texas. El equipo de investigadores monitorea durante años los efectos producidos por especies foráneas como el visón americano, los perros y gatos, e insectos como la recién llegada chaqueta amarilla, con el fin de hallar soluciones junto a la comunidad local y entidades gubernamentales.

“Quizás el impacto más conocido y emblemático es el del castor en el bosque nativo. En el caso del visón, es un depredador generalista y muy plástico, capaz de adaptarse a distintos hábitats con distintas condiciones ambientales y presas. En isla Navarino existen condiciones muy favorables para que prospere”, explicó Ramiro Crego, autor del estudio del visón, y científico del PCBS y de la University of North Texas

Una de las condiciones favorables es la ausencia de competidores y de grandes depredadores nativos y terrestres en la zona. La fauna autóctona de vertebrados se restringe a las aves, mamíferos pequeños y peces, los cuales evolucionaron sin la presencia de los depredadores exóticos, por lo que son “ingenuos” y vulnerables a su amenaza. De esta manera, el visón pudo expandir su dieta, uso del hábitat y cambiar su conducta, como reveló la investigación liderada por Crego, la cual utilizó 93 estaciones con cámaras trampa, además de modelos de ocupación, para identificar la rutina de este mustélido.

Precisamente son las aves, sus huevos, y los roedores nativos los que conforman el mayor porcentaje de la dieta del visón. “Nuestros estudios sugieren que los roedores no perciben al visón como un depredador y eso podría explicar las abundancias tan bajas de roedores nativos en la isla, como los colilargos y ratones de hocico amarillo. Otro de los afectados es el carpintero magallánico, una especie amenazada, emblemática y de suma importancia por su papel ecosistémico y cultural a nivel regional”, añadió Crego. No obstante, al visón se suman otros carnívoros.

Animales domésticos (y los que dejaron de serlo)

Si bien fueron domesticados hace miles de años, la irresponsabilidad humana ha transformado a los perros y gatos mal cuidados, abandonados o asilvestrados (baguales) en una amenaza para la fauna nativa silvestre, ya que actúan como depredadores, competidores y transmisores de enfermedades, incluso al interior de áreas protegidas.

Se ha observado en Navarino que el grupo de las aves – como el quetru no volador o el caiquén – es el más acosado por canes y felinos. También existen registros anecdóticos de ataques de perros a guanacos.

“El mayor problema es la falta de tenencia responsable, ya que muchos perros con dueño están sueltos en las calles y tienen un bosque prístino a 500 metros de distancia. Realizamos un estudio con GPS puestos en perros con familia y en libre movimiento, y vimos que un 10% de estos animales recorre áreas naturales con distancias máximas de 20 km del pueblo, a veces durante varios días”, relata Elke Schüttler, bióloga del PCBS que estudia hace más de tres años la interacción de los canes y felinos con los animales nativos de la Reserva de la Biosfera.

Para ello ha utilizado instrumentos como cámaras trampa y telemetría mediante GPS para monitorear su presencia y crear un mapa de distribución espacial de estas especies. Además, Schüttler ha realizado encuestas a los habitantes de la zona para identificar sus percepciones, actitudes y comportamientos, independiente si tienen o no perros y gatos. Un estudio incluyó 244 cuestionarios a los vecinos de la zona, además de modelos predictivos y análisis de heces de perros para identificar restos de presas en ellos.

Como resultado, el 31% de los perros de las aldeas y el 60% de los perros en las zonas rurales deambulaban libremente durante el día o noche, mientras que más de la mitad de los gatos llevaron aves a sus casas. Aunque la comunidad entiende que es un tema transversal, menos del 9% percibió los impactos hacía la fauna nativa como un problema.

Debido a la falta de datos, Schüttler afirmó que “se requiere un monitoreo sistemático y a escala de la reserva para poder entregar información oportuna que permita hacer planes de manejo. Además, se necesita una estrecha colaboración entre el municipio, veterinarios, científicos, entre otros, para impulsar programas de educación ambiental y tenencia responsable. Finalmente, implementar una ordenanza municipal es muy importante.”

Pequeños invasores

Muchas especies exóticas se encuentran estrechamente asociadas a los entornos y medios de transporte humanos, y llegan a nuevas regiones sin ser detectadas por los protocolos de inspección, como sucedió con la avispa chaqueta amarilla (Vespula vulgaris), la cual ha sido calificada como una de las 100 especies invasoras más dañinas del planeta por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Esta avispa es reconocida por su alto potencial invasor: en los últimos 60 años ha colonizado nuevas regiones del mundo, llegando a países como Australia, Nueva Zelanda e Islandia. En Chile se registró por primera vez en 2011, en la Región de la Araucanía. Para el 2015 ya había llegado a la Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos.

“Lo que sabemos, actualmente, es que la chaqueta amarilla presenta una acelerada dispersión en su distribución, de aproximadamente 25 km por año”, señaló Javier Rendoll, científico del PCBS que estudia, tanto en isla Navarino como en el Parque Nacional Yendegaia, al grupo de insectos sociales como esta avispa. El éxito de este véspido se explica, entre otras cosas, por su alta capacidad de dispersión, dieta generalista y por su alta tasa de reproducción, ya que solo necesitan una reina fecundada para comenzar una nueva población.

Como es de esperarse, las especies nativas son las más afectadas, en especial los polinizadores como las moscas florícolas (dípteros, tipúlidos y sírfidos), arañas, escarabajos y larvas de mariposas y polillas, principalmente por la competencia en el consumo de néctar o al ser depredadas para alimentar a las larvas de la avispa. Inclusive, se ha observado en Navarino ataques de la chaqueta amarilla a pequeñas aves como el rayadito para echarlas de los calafates donde buscan alimento.

A esto se suma la llegada del abejorro europeo (Bombus terrestris), especie ampliamente conocida por su impacto en el abejorro colorado, especie nativa de la Patagonia y el abejorro de mayor tamaño en el mundo. Para hacerse una idea, se estima que el abejorro exótico se dispersa alrededor de 200 km por año. En 2016 se observó por primera vez en Navarino.

El Programa de Conservación Biocultural Subantártica inició el verano pasado un programa de control sistemático para controlar la población de las chaquetas amarillas, con un enfoque en el trabajo comunitario e interinstitucional, mientras continúa levantando información sobre las invasiones para elaborar estrategias que entreguen una solución integral al problema.

“Son varios los problemas que enfrenta la Reserva Cabo de Hornos y el mundo, todos bajo el brazo del cambio global. El turismo masivo sin regulación, la fragmentación de hábitat, las invasiones biológicas, entre otros, afectan de manera heterogénea al planeta y sus diversas regiones. Las invasiones biológicas son un tema complejo: para avanzar es necesario que sean abordadas tempranamente y que incluyan el componente social”, concluyó Rendoll.

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